Hoy es lunes 20 junio de 2022. El país amanece con un nuevo presidente electo. En la campaña triunfadora hay júbilo, mientras que en la perdedora hay denuncias de fraude y se pide un reconteo. Las primeras marchas se dirigen hacia las plazas de las ciudades principales y la sede de la Registraduría Nacional. La opinión se divide entre quienes apoyan al candidato electo y quienes consideran que no goza de legitimidad. La campaña parece no haber terminado.
En el campo ganador comienzan los anuncios sobre la confirmación del equipo de gobierno, empezando por la persona que ocupará el Ministerio de Hacienda. Se inician las tareas de empalme, y con ellas, el corte de cuentas frente al gobierno saliente. La situación es mucho peor de lo que habíamos imaginado, dirá el presidente electo. En el trasfondo sigue el escrutinio y aparecen las denuncias de compra de votos, conteos dudosos, muertos que votaron y actas que no llegaron a tiempo.
El gobierno saliente anuncia que tomará decisiones hasta la medianoche del 6 de agosto. Que no se van a dejar de abrir nuevas licitaciones y concursos. Que todo se está haciendo de acuerdo con el cronograma que se tenía previsto desde hace mucho tiempo. El equipo entrante pedirá que se suspenda la adjudicación de proyectos que comprometen los presupuestos futuros. La actual administración hará oídos sordos.
La primera recriminación del equipo entrante tendrá que ver con el subsidio a los combustibles. El Gobierno pagó su costo hasta marzo, pero la cuenta desde ahí hasta diciembre –que rondará los 15 billones de pesos– no está financiada. Y mucho peor: la de 2023 ni siquiera aparece en el presupuesto que enviará el Ministerio de Hacienda al Congreso a finales de julio. “Suban el precio de la gasolina si quieren” será la respuesta del gobierno saliente. El entrante dirá –con mucha razón– que le dejaron una papa más que caliente: es la chispa que puede encender nuevamente la protesta social.
La prolongación de la confrontación entre las dos campañas y los choques entre los gobiernos saliente y entrante son lo último que necesitamos los colombianos. Todavía estamos a tiempo de evitarlo. La primera forma de hacerlo es reconociendo el resultado electoral, por estrecho que sea el margen. También es necesario buscar acuerdos mínimos que son más fáciles de lograr hoy, cuando ambos aspirantes son candidatos, y no después de que uno de ellos sea el presidente electo y el otro, senador.
El primer punto del acuerdo debe ser sobre las finanzas públicas. Sea cual sea la ideología con la que se maneje a Colombia, es necesario asegurar que se corrija el desequilibrio fiscal, que este año superará los 70 billones de pesos. Nadie debería gobernar bajo la premisa que ese déficit va a aumentar.
El segundo punto es que el gobierno saliente no debería tomar decisiones que tengan un impacto presupuestal considerable sin consultar al nuevo gobierno.
Un tercer punto de consenso debe ser la política social. Se deben fusionar programas, evitar duplicidades, mejorar su impacto, bajo el lema de ‘hacer más con los mismos recursos’. Por ejemplo, integrar Familias en Acción e Ingreso Solidario en un solo programa, mejorar la focalización, rediseñar los montos de los subsidios. Pero todo bajo la premisa de no gastar más, sino gastar mejor.
El cuarto punto debe ser el darle continuidad al programa de inversiones en infraestructura con participación privada. No importa si se llama 4G o 5G. Lo importante es que el país pueda seguir ganado en crecimiento y productividad.
El Banco de la República tendrá que subir la tasa de interés de 6 % a por lo menos 8 %. Esto no le va a gustar al nuevo gobierno, pero debe aceptarlo sin resistencia alguna. Este debe ser otro punto de acuerdo.
Lo importante para los colombianos es que tan pronto tengamos el resultado electoral podamos pasar de la fase de miedo e incertidumbre de las últimas semanas a una de estabilidad. Eso es lo que necesitamos, y a eso deberían comprometerse los candidatos desde hoy. El candidato que lo haga tendrá mi voto.
MAURICIO CÁRDENAS SANTAMARÍA